¿Conspiramos? ¿Velamos?

martes, 6 de diciembre de 2011


La noche del cinco de enero, los niños esperan debajo de sus sábanas la llegada de los Magos de Oriente. Llenos de emoción, sabiendo que lo que tendrán delante la mañana siguiente es maravilloso, velan. Aunque quieran dormir, velan. El novio que contrae matrimonio en la mañana siguiente, seguro de que lo que va a celebrar es importante, aunque quiera dormir, esa noche, vela. El común de mortales, ante un momento importante, la noche previa, vela. Y en su velar, empieza a saborear la felicidad que pronto será suya. La Iglesia, busca mostrar en su oración, las inquietudes y los sentimientos propios de todos los hombres, para que puedan experimentar como propio aquello en lo que Dios se le ofrece. Por eso, desde muy antiguo, los cristianos han buscado la forma de velar la noche antes de celebrar una fiesta importante.

La fiesta más importante del año, por ejemplo, la Pascua, se celebra en sí dentro de una gran vigilia, llena de símbolos, memorias y alegría. Incluso un cristiano importante de los primeros siglos, un tal Tertuliano, recomienda que estas vigilias duren la noche entera. Pronto la fiesta de Navidad, la de Pentecostés, y las de los mártires, empezaron a ser celebradas en lugares significativos para los cristianos (las de los mártires, por ejemplo, allí donde estaban enterrados sus restos…). En esas vigilias, sobre todo, se leía la Palabra de Dios, se hacían cantos, se glorificaba a Dios por la fiesta que se celebraba, se rezaba con los salmos, se cantaban seis, diez, quince… Contamos, en la actualidad, con un oficio que pertenece al Oficio Divino que se llama así, exactamente: Vigilia. Es su forma antigua, con lecturas, salmos, cánticos, el himno Te Deum, y el evangelio del día.

Por eso, ¿qué vamos a hacer en la parroquia de la Concepción el día 7 por la noche? Una Vigilia. Porque lo que pasa en ella el 8 es importante. Merece velar, no porque el 8 no se madrugue, sino porque es importante. La Concepción Inmaculada de María significa que Dios ha entrado en la historia de una mujer para cambiar la vida de todos los hombres. Ha hecho maravillas. Si ha hecho maravillas en una mujer, si esta mujer, María, ha hecho algo incomparable pero que me afecta a mí, entonces quiero velar. Así empiezo a prepararme para experimentar que la acción de Dios llega, por María, a mí. Así que el miércoles, a las 21,30 horas, en la Concha. ¿Velamos?


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