Solidaridades humanas

martes, 6 de diciembre de 2011

El Evangelio no nos sitúa en el tiempo del temor...sino en el de la confianza... Lejos de huir de las solidaridades humanas, ella empuja a vivir a Cristo para los otros y a asumir responsabilidades.

A causa de Cristo y del Evangelio, ¿quién buscará reducir el sufrimiento allí donde hay enfermedad, hambre o una morada de miseria? Allí donde la Creación está herida, ¿quién permanecerá indiferente?

Hacer de la tierra un lugar acogedor, y más habitable, supone, en particular, utilizar las enormes posibilidades de la ciencia y la técnica. Ellas consiguen aliviar los sufrimientos, suprimir el hambre, y permitir que viva sobre la tierra esa familia humana que crece en proporciones desconocidas hasta ahora.

Pero, por indispensables que sean estos grandes medios, por sí solos no bastan.

Si amaneciéramos un día en una sociedad funcional, altamente tecnificada, pero donde se hubiera apagado la confianza de la fe, la inteligencia del corazón, la sed de reconciliación... ¿qué sería del futuro de la familia humana? ¿quién estaría atento al sufrimiento de los inocentes, a los niños marcados por las rupturas familiares, a las personas ancianas que padecen una insoportable soledad?

No es demasiado fuerte decir que las rupturas de afecto, los abandonos humanos, son uno de los mayores traumatismos del siglo XX.

Algunos jóvenes están alcanzados por la duda y no llegan a poner su confianza en el Dios vivo, al haber sido abandonados por aquellos a quienes Dios les había confiado desde su nacimiento. En ellos se ha abierto un vacío que no pueden colmar. Cuando su corazón se muere, cuando sus profundidades gritan de soledad y sube de sus entrañas la última pregunta: ¿DÓNDE ESTÁ DIOS?, entonces, ¿quién les recordará que, para Dios cada ser humano es sagrado, SÍ, y consagrado por la inocencia herida de su infancia?

Son multitudes los que han dado lo mejor de sí mismos para ser fermento de confianza entre las personas, entre los pueblos. Se han erigido entre los hombres como signos de lo inesperado. Se han construido interiormente en las horas de la prueba incomprensible. Han perseverado contra toda esperanza. Muchos de ellos, por sus vidas, sin saberlo, han irradiado la santidad de Cristo.
                               
¿Llegarás tú también a un don así de ti mismo? ¿Escucharás la llamada que Cristo Jesús dirige a cada ser humano: VEN Y SÍGUEME?

Roger de Taizé

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