La cueva de los tesoros

sábado, 24 de diciembre de 2011

"Mientras subían por el camino, se decían unos a otros: "Cuando lleguemos allí, veremos grandes prodigios según el ceremonial y el protocolo establecido entre los reyes cuando nace un rey". De este modo suponían que encontrarían en la tierra de Israel palacios reales, lechos de oro guarnecidos con velos de seda y tapices, príncipes envueltos en púrpura, ejércitos, filas de afanosos criados reales, a los grandes del reino ordenados por rangos ofreciéndole mesas repletas y regalos, confites y apetitosos platos reales, vajillas de oro y plata para el servicio real y esclavos y criadas sirviendo respetuosamente. Los Magos esperaban ver cosas semejantes a estas, sin embargo, contemplaron cosas mayores que éstas. Pues cuando entraron en la gruta, vieron al anciano José absorto y a María maravillada. Ni lechos guarnecidos ni mesas repletas ni nada propio de la realeza terrenal. Cuando contemplaron toda aquella humildad y semejante pobreza, no dudaron en su interior, sino que se acercaron con temor y le adoraron respetuosamente ofreciéndole sus presentes: el oro, la mirra y el incienso".

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